VALORACIÓN CRÍTICA DE LUCES
DE BOHEMIA
Luces de bohemia se publicó por
primera vez en 1920, en revista, y en 1924 en forma de libro, con el añadido de
tres escenas más (2, 6 y 11). Es el primer esperpento de Ramón María del
Valle-Inclán, después de pasar este autor por sucesivas etapas: teatro
modernista (Marqués de Bradomín), mítico (Divinas palabras) y de farsa (Tablado
de marionetas). Constituye el intento innovador más importante del teatro
español anterior a la Guerra Civil.
La obra recoge las últimas horas
del escritor modernista ciego Max Estrella, y su recorrido nocturno por el
Madrid de la época (escenas 1-11), recorrido que culmina con su muerte a las
puertas de su propia casa. La obra se prolonga con tres última escenas
posteriores a su muerte, a modo de epílogo. Varios motivos argumentales son
recurrentes a lo largo de la trama: la tentación del suicidio, la lucidez de
los ciegos, la recuperación del décimo de lotería inicialmente devuelto, por
falta de dinero, etc. Se desarrollan así dos temas básicos: la vida bohemia de
principios de siglo, y la realidad socio-política española de la época,
presentada de forma muy crítica.
En el tratamiento del tema de la
bohemia hay cierta ambivalencia: se presentan tanto sus grandezas como sus
miserias. Sus representantes se consideran automarginados del mundo burgués,
sienten nostalgia por París y literaturizan la vida (con continuas referencias
literarias) aunque rechazan la cultura oficial, y sobrellevan la miseria como
un rasgo de coherencia. Valle presenta con ironía a estos “Epígonos del Parnaso
Modernista”, con rasgos esperpénticos (escenas 4 ó 7), aunque, como
contrapunto, la presencia de Rubén Darío parece un tributo de admiración al
máximo representante de la genuina bohemia.
En cuanto a la situación
socio-política, no sólo constituye el fondo de la acción, sino que se incorpora
a la propia trama, especialmente en las tres escenas añadidas, que tienen el
nexo común de la presencia del preso catalán. Estamos en una época de
manifestaciones, huelgas y revueltas populares, como se aprecia en la trágica
escena 11, con la muerte del niño y la posterior del preso a quien se aplica la
Ley de Fugas, pena de muerte encubierta. Además, el ministro, viejo amigo de
Max, es también un personaje corrupto y grotesco. Las fuerzas del orden tampoco
escapan a la esperpentización. Se ofrece así una reflexión pesimista sobre
España, en la que incluso las clases populares se ven denigradas. En la escena
6 se alude a soluciones radicales y sangrientas, de signo anarquista, y Max, en
su deseperación, añora “la bomba que destripe el terrón maldito de España”. El
tiempo externo no está aludido de forma precisa, pero se puede situar en el
periodo de la segunda década del siglo XX (alusiones a a Semana Trágica, al
gobierno de Miguel Maura...).
En la obra intervienen más de
cincuenta personajes. Algunos son reales (Rubén Darío) o están inspirados en
personajes reales: el propio Max Estrella está inspirado en el escritor bohemio
Alejandro Sawa, quien murió ciego, loco y en una pobreza extrema. Casi todos
están presentados “desde arriba”, es decir, como caricaturas o fantoches a los
que se ha aplicado la deformación esperpéntica, incluso animalizados: sólo la
madre del niño muerto, la prostituta joven y el preso anarquista están presentados
con respeto y con ciertos rasgos de ternura. Los más individualizados son el
protagonista, Max Estrella, y su lazarillo Latino de Hispalis. El primero es
caracterizado como una figura clásica en lo físico, con inteligencia, talento y
humor, y también como individuo que, dentro de su degradación, conserva siempre
un resto de orgullo y de lucidez. Es una especie de antihéroe: bohemio,
borracho y ciego, consciente de sus contradicciones (por ejemplo, dice aceptar
la ayuda del ministro, viejo amigo de ilusiones literarias, porque es “un
canalla”). Su lazarillo y supuesto amigo, don Latino de Hispalis, es cínico y
desleal, irónico con sus iguales y sumiso con la autoridad: al final, abandona
a Max moribundo y se lleva su cartera con el billete de lotería que luego
resultará premiado.
En los aspectos formales radica
la gran novedad de la obra, basada en la “deformación sistemática de la
realidad” que preconiza Max al exponer la teoría del esperpento en la escena
12. Esta técnica se refleja en los contrastes entre lo trágico y lo cómico,
entre las referencias épicas y míticas y las realidades más vulgares. Asimismo,
en el lenguaje se combinan los registros más diversos, desde el estilo pedante
y cultista de los modernistas hasta el lenguaje popular madrileño, cuajado de
frases hechas, apelativos insultantes, gitanismos, etc. A veces, los registros
se mezclan en un mismo personaje: “Yo también chanelo el sermo vulgaris”, dice
Max al capitán Pitito en la escena 4). Los diálogos son de gran viveza ,
agilidad y expresividad; algunas intervenciones de Max adquieren un tono
sentencioso.
Son especialmente relevantes las
acotaciones, que, además de presentar ambientes y personajes deformados, tienen
valor artístico por sí mismas. Se caracterizan por el estilo nominal, la
adjetivación, la riqueza léxica y los recursos rítmicos (incluso rimas). Muchas
de sus indicaciones no son “teatralizables”. A ello se une que, en contraste
con la relativa unidad de tiempo de la obra (las escenas 1-11 transcurren en
una tarde-noche y las tres siguientes en la tarde-noche posterior), encontramos
una gran diversidad de espacios y ambientes, por lo que la obra es difícilmente
representable.
En conclusión, estamos ante una
obra que parte de la realidad histórica para recrearla estéticamente con una
perspectiva amargamente crítica, en la que se aprecia la influencia de la
tradición “negra” española y del arte expresionista. El personaje de Max
constituye una gran creación que transmite la triste grandeza de las creaciones
tragicómicas.
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