A partir del texto, exponga su opinión de manera argumentada sobre la educación.
Recibido un año más su informe sobre la educación en España y celebrado como es debido por tertulianos, opinadores y sobrevenidos especialistas en pedagogía local, me dirijo a ustedes para tratar de enmendar la penosa visión que nuestro nivel educativo les merece. Sí, puede que un gran número de chavales españoles carezca de comprensión lectora, pero ¿qué me dicen del nivel de ingesta de alcohol? ¿Acaso no tenemos uno de los más altos de Europa, con una media de primera borrachera situada en los 13 años, lo cual, si no me equivoco, nos sitúa en la vanguardia de beodos? [...] Es posible que su insistencia en considerar nuestro déficit en formación intelectual tenga que ver con la envidia cochina que les provoca, por ejemplo, que España sea, por amplio margen, el país con más dinero negro en circulación, albergando la mayor cantidad de billetes de 500 de la zona euro. ¿Por qué no introducen la habilidad para eludir impuestos entre los parámetros de su estudio? ¿No es acaso una prueba de nuestra fortaleza matemática ver cómo empresarios de todo pelaje conducen coches de altísima gama, gozan de varias viviendas y se dejan una pasta gansa en restaurantes de lujo mientras la declaración de la renta les sale a devolver? [...]
Miren ustedes, se pueden meter el informe por donde les quepa. Aquí no somos tan estúpidos como para considerar la educación un asunto relevante. Siempre habrá excéntricos que opten por los estudios, allá cada uno, pero aquí hemos aleccionado a los chavales en la verdad: lo único que importa es el dinero. Esa lección sí que nos la han aprendido bien y a ellos y a nosotros nos importan un carajo las condiciones del profesorado, el gasto educativo, la reforma escolar, los estudios universitarios y la madre que parió a los escandinavos. A ver si aprenden a respetar a nuestro país con su esmerada idiosincrasia. Déjense de lecciones y monsergas, y estén atentos. Pronto estaremos a la cola en su estudio, pero con el orgullo de una economía en crecimiento, nuestra parrilla televisiva, nuestra corrupción triunfante y nuestras operaciones de estética. ¿Analfabetos? Quizá. Pero con la frente bien alta.