"¿Hay que vivir solo para ser libre?" La pregunta, que fue uno de los temas propuestos a los bachilleres franceses en los exámenes de junio de 1980, además de incitarnos al lamento por el desigual nivel entre nuestros estudiantes y los del país vecino, tiene la virtud de sugerirnos esa serie de "conexiones" y "diferencias" con las cuales Wittgenstein pretendía evitar que el filósofo se perdiera en la niebla de sus especulaciones. "Libertad", en efecto, connota, supone e implica "soledad", en la medida en que se diferencia e incluso se opone a "igualdad", a "universalidad" o a "uniformidad". Se sabe libre quien se siente autónomo, independiente, incoaccionado, insumiso, quien se resiste a verse perdido entre las cosas, enajenado en ellas o por ellas, extrañado en y por sus semejantes. Ser libre significa saber y poder responder de uno mismo, esforzarse por mantener una cierta integridad y coherencia. La libertad casa bien con la "diferencia", con la distancia respecto a lo que iguala e impide un autodesarrollo suficiente y satisfactorio.
Victoria Camps, La imaginación ética.